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martes, 28 de marzo de 2017

ESCRITOS SUELTOS DEL LIC. ANACLETO GONZALEZ FLORES




LA COBARDÍA DE LOS PADRES

Los padres de familia de hoy, educados casi en sus totalidad en la escuela laica, que, como lo hechos dicen, es la escuela del miedo a confesar abierta y públicamente a Dios, son grandemente responsables de los estragos que está causando la enseñanza de los establecimientos de instrucción laica.

Porque hasta ahora, en cuestión tan importante y de alcance inmenso para el porvenir de la Patria, de la familia y de los individuos, los padres de familia no han hecho, ni hacen otra cosa que encogerse de hombros y renunciar prácticamente a sus derechos.

Porque renunciar a sus derechos es no tomarse el trabajo de hacer algo serio, constante, tenaz, para defender el alma de sus hijos, de la obra de extravío y de corrupción del maestro laico.

De tal manera que la intromisión del gobierno en materia de enseñanza, aunque no se justifica, ni se justificará jamás, ni ante la ley, ni ante los derechos esenciales de la personalidad humana, sin embargo, se explica al darse cuenta de que los padres de familia, en lo que toca a la conciencia de sus hijos, de su porvenir, de su vida y de su formación no hacen más que echarse en la corriente y profesar la doctrina del miedo a los poderes públicos, hoy tan en boga entre nosotros.

Más aún; todos los días no hacen más que transigir.

Saben –se necesita ser ciego o idiota para no saberlo y para no verlo– que el contacto con la escuela laica, con los textos, con los alumnos, con los profesores, en fin, con la atmósfera envenenada de los establecimientos oficiales de instrucción, contrarresta todos los esfuerzos que se hacen en el templo, en el hogar y en cualquier otra parte para orientar a la niñez y a la juventud hacia Dios; y que a la vuelta de unos cuantos años, quizá de unos cuantos meses, sus hijos han empezado a andar por la ruta del mal y de la guerra a la Iglesia. Y a pesar de esto, tranquilamente envían a sus hijos a las escuelas laicas.

Por tanto, los padres de familia saben perfectamente que en estos momentos de propaganda intensa y fuerte por el laicismo, se hallan en esta situación: o se abstienen de mandar a sus hijos a las escuelas sin Dios, o los mandan para que en ellas les enciendan el corazón y el alma en el odio a la Iglesia.

Y no vale que aleguen que no se les enseña a maldecir a Dios ni a perseguir a la Iglesia, porque esto es enteramente falso: por una parte, y por la otra, la sola indiferencia es ya un peligro terrible que equivale a una catástrofe para la vida de los que se educan en la escuela laica.

Los padres de familia deben pensar en que, o están a la altura de su deber y afirman enérgicamente sus derechos delante de la tiranía oficial; o ceden, flaquean, capitulan y entonces dejarán de ser respetables no solamente para el mismo gobierno, sino aun para sus mismos hijos, pues la familia será y es de hecho la primera en aprender y entender la lección de cobardía y de deserción, ya que los padres no saben, ni quieren afrontar sus responsabilidades.


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