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lunes, 2 de octubre de 2017

LA VIDA DE MONSEÑOR MARCEL LEFEBVRE


A esta misma protección celestial los Padres espirítanos atribuían la preservación de su casa; desde lo alto del parque, donde se elevaba su inmaculada estatua monumental, Nuestra Señora la Blanca había velado por su abadía, que aún estaba en pie. Sin embargo, del 3 al 12 de agosto, había recibido 18 impactos de obús sobre sus muros y techos, y más de cien proyectiles dentro de la propiedad, entre ellos dos grandes bombas aéreas. No quedó ningún cristal en las ventanas, pero los Padres y Hermanos estaban sanos y salvos. La abadía Blanca acogió enseguida a muchos refugiados del pueblo, y luego a los enfermos y a los ancianos del hospicio destruido 10, que aún estaban albergados en un ala de la casa denominada «hospicio» cuando el Padre Lefebvre se presentó allí.

2. Reconstruir y organizar

«Lo recibimos bien por su sencillez»

En una fresca mañana del otoño tardío, el 10 de noviembre de 1945, el nuevo rector del Escolasticado llegaba a Mortain. Había podido pasar un mes de descanso en familia, en casa de su hermano Michel en Tourcoing: De todas formas -le había comunicado el Padre Laurentsu predecesor, el Padre Riaud, no va a estar allí para esperarlo, puesto que el Reverendo Padre Provincial le ha pedido que se presente lo antes posible en su nuevo puesto, en el Canadá; el Padre Macher le asegura la suplencia.
Acompañado del Padre Laurent, el Padre Marcel había recorrido en coche la carretera de París a Mortain, mientras escuchaba, no sin aprensión, las explicaciones que su Superior y amigo le daba sobre su delicada misión. En esa mañana de Todos los Santos, el vehículo atravesaba las ruinas conmovedoras de la ciudad mártir antes de cruzar el gran portón destruido y detenerse a los pies de la sombría fachada. Los Padres, avisados, se reunieron enseguida en el patio, y el Padre Macher se adelantó: «¡Bienvenido, Padre!».
Luego vinieron las presentaciones: Éste es el Padre Francois, nuestro Padre Ecónomo, normando; el Padre Félix Simon, antiguo oficial de marina (lo quiso señalar), profesor de filosofía; el Padre Marcel Diebold, que enseña la «filosofía universitaria» a los alumnos que preparan el examen de ingreso en la universidad (tenía un aire austero); el Padre Videlo, su compañero en Roma, profesor de filosofía escolástica (enseñaba de manera inaudible); el Padre Jean
Rozo, otro bretón, profesor de historia (elocuente y culto); el Padre Jenvrin, que ya está jubilado; y el Padre Muller, profesor de ciencias de los filósofos universitarios.

Después se presentaron los seminaristas. Uno de ellos, el Padre Emmanuel Barras, lo recordaba:
Todavía lo veo -decia- con las dos manos por delante diciendo simplemente: «Bueno, yo ya estoy aquí». Lo recibimos bien por su sencillez".
Finalmente vinieron los Hermanos, que formaban su propia comunidad. Las notas tomadas por el Padre Lefebvre, que contienen tantos preciosos detalles así rescatados del olvido, nos han conservado los nombres de esos religiosos: Hermanos Robert, Nicolas, Longin, Roger, Guy, Bernard, Marin y Pierre. También estaba el Hermano Alphonse, constructor de la iglesia de Akono, que había ideado su escalera de caracol para subir a la tribuna: realizada sin planos, esa espiral de escalones había llegado exactamente al lugar deseado; y el Hermano Mélaine, que murió en 1948 y fue inhumado en el pequeño cementerio de la comunidad, en lo alto del parque, el Hermano Eudes, el granjero, de quien se decía en tono de broma: «¡Las vacas huelen a Herrnano!» Todos los oficios estaban representados: jardinero, carpintero, herrero, zapatero, sastre y peluquero, sin contar un familiar que cuidaba la portería.
Una comunidad de Hermanas del Espíritu Santo (doce en 1932) prestaba los servicios de cocina y de lavado y arreglo de ropa".
El Padre Marcel se mostraría muy atento con sus necesidades; por eso ellas dirían: «¡Al fin tenemos un Padre!»!", Pero la mayor parte de su tiempo se lo dedicaría a los escolásticos.
Usted no tendrá que impartir ningún curso -lo había tranquilizado el Padre Laurent-, pero correrán a su cargo la «conferencia de avisos» del sábado y las conferencias espirituales diarias.
El día entero de Todos los Santos se festejó a quien se había esperado con gran alegría. El día siguiente por la tarde, el Padre Lefebvre reunió a sus escolásticos en la sala de ejercicios. Se presentó con sencillez. A sus amigos de Tourcoing se había mostrado como «un selvático de África que intenta rehacer su vida en Francia»; también ahora logró ganarse el corazón de los seminaristas con esta misma humilde ironía, los invitó a emplear bien su tiempo en el estudio: «Ustedes deben todo su tiempo a las almas que los esperan», y concluyó: «En cuanto a mí, doy desde ahora lo que tenga para dar»!"

Realizar la unidad en la diversidad

Por mucho que el Padre Lefebvre llegara con la aureola del prestigio que le confería su apostolado gabonés, particularmente en Lambaréné, donde había tratado con el célebre Schweitzer, era toda una apuesta el intento de dirigir y unificar a más de cien jóvenes" procedentes de todas las latitudes. Además de los veinticuatro alumnos que habían venido de Langonnet el 16 de julio con el Padre Riaud" y de los cuarenta jóvenes profesas, recién salidos del Noviciado de Recoubeau, o del vecino de Piré en Ille-et - Vilain, o del lejano de Blonay en Suiza, el Padre rector también debía encargarse de algunos veteranos de guerra, que tenían detrás de sí cuatro años de cautiverio y tal vez otros dos años anteriores de servicio militar, y de otros candidatos que seis meses antes aún combatían en el frente en Alemania, después de haber hecho toda la Campaña de Francia en las filas del ejército de Lattre, o en los carros de asalto de la II División Blindada de Leclerc. Tal había participado en la resistencia, tal otro venía del frente del este, y aquél de allá era uno de los alsacianos que
a su pesar habían sido enrolados en la Wehrmacht.
El Superior -explicaba el Padre André Buttet, que en aquel entonces era alumno- desplegó infinitos recursos de psicología para disciplinar con dulzura la efervescencia de esa juventud reacia a un reclutamiento que traía recuerdos humillantes a la memoria de algunos. Sin alzar el tono de voz ni apelar a los artículos del reglamento, logró formar de este conjunto tan disímil una familia unida en torno a su persona".
Dos seminaristas, cuyas aptitudes apreció enseguida pese a su juventud, Maurice Fourmond y Roland Barq, fueron nombrados «auxiliares», uno en primer año, otro en segundo año de filosofía escolástica; servían de enlace entre los estudiantes y el Superior. Esta medida audaz no era una concesión liberal al espíritu de los tiempos, sino una manera de orientar mejor el mando y de dosificarlo con mayor exactitud para lograr una obediencia más firme. «El Padre Lefebvre supo manejar las cosas con inteligencia -resumía un veterano, y por eso no quiso ser duro con algunos antiguos militares, cuando de vez en cuando salían a fumar discretamente un cigarrillo, y era algo que se sabía». Y no sólo fue tolerante, sino que un día, cuando el Director del hospicio le obsequió un paquete de cigarrillos (lo cual era una rareza), se lo hizo llegar a esos antiguos soldados".
La unanimidad que el Padre Lefebvre suscitó y el excelente espíritu de familia que mantuvo provenían, por una parte nada despreciable, de la habilidad con que logró resolver los problemas materiales, y ante todo los del alojamiento y comodidad. Terminó de tapar los agujeros de los techos, para dejar en lugar seco no solamente a los escolásticos, sino también a los ancianos del pueblo. Las ventanas desvencijadas por las que se colaba el viento frío del norte fueron primero calafateadas mal que bien, antes de que se pudieran reemplazar los setecientos cristales necesarios. Hizo alimentar con leña y aserrín las estufas, que mitigaban un poco el frío en las salas de clase y en los dormitorios comunes. La instalación de estos últimos era espartana, pues los tabiques que separaban las camas habían sido derribados; aunque tal vez fuera mejor así para la calefacción. El Padre Superior animaba a todos: «Tengan un poco de paciencia; acepten la instalación actual, que pronto habrá mesas para poner las palanganas, dos a dos, y pronto también cada cual tendrá su armario».
Por intermediario de su hermano Michel, joven industrial", el Padre Superior consiguió a precios ventajosos, de parte de familiares y amigos, múltiples materiales y objetos de primera necesidad, como un motor eléctrico y su reóstato para la máquina de zurcir de las Hermanas, calcetines y medias en gran cantidad, masilla para colocar los cristales por fin comprados, grandes botes de pintura, cien mantas, etc.
El Padre Lefebvre le remitió al Ecónomo provincial las cuentas de los gastos previsibles de reparaciones:
Cálculo aproximado de gastos para la reconstrucción
Pintura para parte del Seminario (pendiente).............1.500.00
Ventanas. Empresa Loret (estado pendiente de pago total) ..      280.000
Techumbres (en refacción, casi terminadas, abonado 30.000)     150.000 …………………………………………………..   30.000




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